viernes, 27 de febrero de 2009

Dejar huella

Huella. Una palabra tan corta y que contiene tantos significados.
El más popular, quizá, la huella dactilar, que es una identificación completamente personal e intransferible que nos identifica individualmente a los humanos unos de otros.
Otra huella, y esta vez de mayor proporción, la que han encontrado en los últimos días un equipo de científicos en el municipio de Colunga, en Asturias, y que pertenecía a un estegosaurio, un animal que vivió hace unos 150 millones de años.
Tenemos también la huella ecológica, que es un indicador definido como el área de territorio ecológicamente productivo (cultivos, pastos, bosques o ecosistemas acuáticos) necesaria para producir los recursos utilizados y para asimilar los residuos producidos por una población dada con un modo de vida específico de forma indefinida.
Existe también una película de intriga titulada la huella, con Michael Caine y Jude Law de protagonistas.
Hay huellas de gato, de sandalias, de vacas, de coches,....... y de huella en huella llegamos a una que a veces dejamos y otras veces nos dejan.
Esa es una huella invisible. Una huella que no se ve simple vista con los ojos. Es una huella más profunda. Una huella que queda muy dentro de las personas. Son huellas dejadas por otras personas en nosotros. Puede dejarnos huella una palabra dicha, un beso recibido, un consuelo alentador. Son hechos que dejan huella en nuestro corazón. Y de allí son imborrables.
A lo largo de nuestra vida, muchas personas dejan huella en nosotros. Y quizás también nosotros dejamos huellas en otras. Por nuestro comportamiento, por nuestra forma de ser, por una sonrisa, por un abrazo, por un gesto amable.
Esta es la HUELLA con nombre propio. Una huella que nunca se borrará como la que hacemos en la orilla del mar, y que apenas dura unos segundos.
Demos a nuestra vida, a nuestras actitudes, a nuestra forma de ser el carisma necesario para que nuestra huella sea imborrable en el corazón de los demás.
Las huella superficiales, desaparecen y quizá se descubren en alguna investigación al cabo de millones de años. Nuestra huella es imborrable; nunca desaparece.

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